Ser excepcionalmente bueno en determinada área, ya sea ciencia, deporte o arte, tiene menos que ver con talento y más con el compromiso. Con esto no quiero negar que hay condiciones innatas que hacen que ciertas personas puedan desempeñarse mejor en determinadas áreas. Por ejemplo, el joven que la genética lo benefició con 7 pies de altura, evidentemente tiene mejores posibilidades de triunfar en un deporte como el baloncesto que alguien de 5’6”.
La altura es una condición natural que le da una ventaja comparativa respecto a alguien más pequeño.
Ahora bien, si dijéramos que las condiciones innatas son el factor que determina la capacidad de alguien para sobresalir de manera excepcional en el baloncesto (por continuar con el mismo ejemplo), ¿Por qué no todas las personas con 7 pies de altura son excelentes basquetbolistas?
Esa pregunta pone claramente en evidencia que hay otros factores que influyen en la capacidad de ciertos individuos de alcanzar notables niveles de desempeño en sus respectivos campos.
Pudiéramos citar algunos de esos otros factores, como por ejemplo el acceso a información de calidad en el área de interés y disponibilidad de recursos que permitan desarrollar un entorno de aprendizaje apropiado.
Pero aun así, faltaría el factor clave. Y es que hay personas que tienen las condiciones naturales, tienen acceso a información de calidad en el área de interés y además tienen la disponibilidad de recursos; sin embargo no presentan un nivel de desempeño comparable al de otros con tal vez menos recursos.
El compromiso es el factor clave.
Toda persona que quiera alcanzar niveles excepcionales en el desarrollo de su arte, debe comprometerse con dicho arte.
Esto significa que para obtener resultados por encima del promedio, uno debe comprometerse a dedicarle más horas de práctica que el promedio, a trabajar más duro que el promedio, a llegar a extremos que para el promedio apenas son imaginables, sacrificar cosas que el promedio jamás consideraría.
¿Sabes por qué?
– Porque el promedio no convive con la excelencia. De hecho, cuando la excelencia se convierte en promedio, se hace necesario crear nuevas fronteras para la excelencia.
Al promedio no le importa ser el más alto, solo le importa que haya alguien más en el lugar de abajo. El promedio es un lugar cómodo, tan cómodo que a veces no queremos salir de él. Piénsalo, no tienes la crítica de ser “el peor”, tampoco la presión de ser “el mejor” y aun así no quedarás del todo mal porque al final del día, estás en el promedio.
Si te sientes bien en el promedio, descuida estarás bien. Cuando las cosas salen mal, el promedio es el último en ser afectado.
Ahora bien, si eres de los que sienten que no encajan en el promedio, de los que quieren ir por el todo o nada, de los que desean dejar una marca que sirva para redefinir el promedio, debes comprometerte.
Una hora más de estudio, una hora más de práctica, un intento más… Aun cuando no haya ganas, cuando hayan opciones más tentadoras, aun por encima de las distracciones.
¡Hay que comprometerse!
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